Corría el verano del año 1990,
cuando Don Juan de Dios González llegaba a Norberto
de la Riestra para ejercer el noble apostolado de
maestro, función que había desempeñado con
encomiable celo y suficiente preparación en la
Escuela común Nº 1 de 25 de Mayo, durante varios
años. Cuatro casas mal
alineadas y la estación de ferrocarril constituían
entonces el proyecto de lo que debía ser más tarde
nuestro pueblo.
Hombre joven, de vasta ilustración
auto-didacta, era poseedor de la cultura necesaria
al maestro para ser un sembrador de ideas y para que
su acción floreciera en los cerebros infantiles, y
de muchachos casi hombres, pues debía impartir su
enseñanza, sin contralor de edad, en la zona más
rica y poblada circundante a Norberto de la Riestra,
nos referimos a la Colonia "La Yerba" de Don
Patricio Kilmurry.
Allá en medio de aquellos campos
ubérrimos que se extendían desde la orilla derecha
del Río Salado hasta casi la misma estación del
ferrocarril, en medio de los trigales de oro
matizados de blanco de distancia en distanci8a por
las casitas de los trabajadores de la tierra, se
levanta el edificio de material de la escuelita de
Don Juan, como se la denominó enseguida, con cariño
y respeto en toda la comarca. Había destinado
ese edificio para escuela el dueño del campo, Don
Patricio Kilmurry, hombre progresista y ordenado,
como todo buen inglés.
Concurrían a la nueva escuela los
hijos de los agricultores de la zona, que cifraban
en el joven maestro la esperanza de educar a sus
hijos, haciéndolos hombres útiles y concientes del
mañana; allí vieron aquellos niños de tez bruñida
por el aire y el sol, y aquellos mocetones de brazos
hercúleos, cultivados en las rudas faenas del campo,
flamear la bandera de la Patria, allí conocieron el
verdadero significado de sus símbolos, que el
maestro les iba explicando a medida que deletreaban
las primera letras, entrando por la puerta de la
instrucción para aprender sus primeros rudimentos :
lectura, aritmética, historia, geografía. el mapa de
la República acondicionado por el maestro en horas
en que no funcionaban las clases, con montañas, ríos
y producciones y superficie traducida en leguas
cuadradas les daba la noción de la grandiosidad del
país al que pertenecían.
Cerca de 30 alumnos concurrieron
de inmediato a la nueva escuela, y a través de pocos
años el número casi llegó a duplicarse.
La acción fecunda de Don Juan de
Dios González como maestro, trabajador honesto y
preparado llegó con el tiempo a dar los frutos
esperados, sus alumnos se convirtieron en elementos
útiles para sí mismos y para la sociedad, hombres de
bien y de trabajo. |